En la madrugada del nueve de enero de 1959, mientras la población de Ribadelago dormía ajena al suceso que iba a acontecer, ocho millones de metros cúbicos reventaban la presa de Vega de Tera y abrían una brecha de 140 metros. Sólo catorce minutos, que para las víctimas fueron una eternidad, fueron necesarias para que el municipio sanabrés fuera arrasado por la avalancha de agua, troncos de árboles y rocas, añadiendo olas de nueve metros que asolaron la localidad. De los 550 habitantes, casi un tercio de ellos, murieron ahogados, sólo se recuperaron veintiocho cadáveres.
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